Yo Soy 132, ciudadanía y democracia. Nueva revolución

jueves, 7 de junio de 2012.

J. Ignacio García Ponce*

(Avance de un ensayo en preparación)

1. Poderes fácticos vs. movilización estudiantil

• Pretensiones de la oligarquía. Historia reciente de autoritarismo

La crisis del modelo de Estado Benefactor y del nacionalismo autoritario se verificó ciertamente con la nacionalización bancaria de 1982, durante el último tramo del sexenio de José López Portillo, este acto afirmaba al Estado como centro de la economía pero no resolvía la crisis estructural en que el país ya estaba envuelto. Sin embargo, pese a las dificultades del caso, ello no daba por terminada la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), tan sólo otorgaba las condiciones para un cambio en la conducción del régimen presidencialista autoritario instalado desde 1946. Ahora, deslegitimados los defensores del estatismo, hacían su aparición los tecnócratas, educados y adiestrados en universidades de EEUU, con el objetivo de desmantelar todo el engranaje del Estado Benefactor y cimentar y desarrollar el modelo neoliberal. Entre el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado y el de Carlos Salinas de Gortari, el modelo fue impuesto, en prejuicio de la soberanía nacional y los intereses económicos y sociales de las clases populares y los sectores medios, presas fáciles de la pobreza, el desempleo, la migración forzada, la sobrecarga hacendaria y las dificultades de acceso a la propiedad, al ahorro, a la educación y la salud.

Sin embargo, quedó muy claro quiénes serían los beneficiarios del nuevo modelo, a lo largo de los años de instalación y desarrollo del neoliberalismo, se forjó una gran burguesía mexicana, por un lado con el aumento de su riqueza a partir del esquema privatizador del salinismo y por otro con las facilidades tributarias que el régimen otorgó de siempre. Junto con eso, esta clase supo colocar un discurso en la opinión pública que atacó permanente la legitimidad de principios, incluso constitucionales, como la soberanía nacional y los derechos sociales, para así justificar el avance neoliberal y su nuevo poder. Al mismo tiempo esa gran burguesía promovió hasta donde pudo, las opciones políticas que le dieran seguridad, en un primer momento el PRI y luego con el PAN, y en contraparte señalando y atacando permanentemente a las fuerzas de izquierda, ya fuera la del PRD o la de los movimientos sociales, opuestos permanentemente a la política neoliberal. Poco a poco, lo que se instaló en la cumbre del orden social, económico y político fue una oligarquía, que ha buscado sostenidamente asumir el papel dirigente del país, tendiendo como único proyecto el interés de unas cuantas familias altamente enriquecidas.

Esta nueva oligarquía ha trabajado arduamente para sostener su enriquecimiento, manteniendo privilegios fiscales, tratos con el Estado para ampliar negocios o buscar su protección especial, procurar prácticas monopólicas, favorecer la intervención de externos, limitar los derechos laborales para castigar salarios y prestaciones, entre otras medidas. Pero además, la oligarquía, ha sido la principal enemiga de la transición democrática, pues la misma podría ampliar la participación ciudadana y reducir en correspondencia el encumbramiento y la permanencia de sus intereses. A lo mucho, han promovido el sistema de partidos, con los que pueden negociar a espaldas de la ciudadanía, pero no así la reforma plena del Estado que ampliaría la democracia. Tampoco han combatido, salvo en casos que les atañen directamente, la cultura de corrupción e impunidad que rige en México. Han incluso llegado al extremo de intervenir directamente en la vida electoral del país, manipulando y burlando las preferencias y el voto ciudadano, como fue el caso del Consejo Coordinador Empresarial en 2006 y el de Televisa y TV Azteca al minimizar el fraude de esas elecciones y recientemente al promover la figura de Enrique Peña Nieto, a la vez que valerse del PRI y el PVEM para contar con sus propios legisladores.

La nueva oligarquía mexicana se ha mostrado ambiciosa, soberbia, manipuladora, excluyente, irrespetuosa de la legalidad y opositora a la democracia. Tras los largos años de régimen autoritario, entre 1946 y 2000, la oligarquía ha preferido imponer sus intereses y poder fáctico, en vez de promover y saludar la transición democrática y la reforma del Estado. Pero en fechas recientes y por encima de su poder, la oligarquía se ha visto ante el imperativo de reconocer a la sociedad actuante.

• Rechazo estudiantil y sus significados

La reciente aparición del movimiento Yo Soy 132, ha implicado un escenario nuevo, uno que la oligarquía no esperaba, pues los estudiantes han apuntado en su crítica tanto a la manipulación informativa de los medios en manos de la oligarquía como a su meta de proyectar, mediante esa manipulación, a un candidato presidencial, más allá de las reales preferencias de la ciudadanía y adelantando resultados y colocando la voluntad popular reflejada en los votos en segundo término.

Este episodio tiene distintos significados. Uno primero es que el juego político oligárquico ha sido develado y repudiado en espacios no controlados por la oligarquía, inicialmente las redes sociales, que por su naturaleza dotan a sus participantes de plena libertad, primeramente de expresión, ámbito en que se tejió el repudió a la manipulación mediática y el anti priismo, para luego fomentar un consenso de ideas que derivaron prontamente en acciones, favoreciendo estas redes sociales las libertades de reunión y asociación, que es donde ya podemos hablar de la integración de un movimiento social con claras posturas políticas de tipo democrático. El otro espacio que la oligarquía no controla y que fue ganado por el movimiento es el lugar más detestado por los oligarcas, pues nunca les ha pertenecido, en tanto es territorio popular y de la sociedad organizada, es el espacio que mediante sus medios han buscado deslegitimar, ridiculizar y criminalizar: las calles. Han tratado hasta límites ofensivos de negar la validez legal y democrática de la protesta callejera, aprovechando casos aislados para orquestar campañas negras y mostrando a todos lo que ocupan las calles como violentos y simples ofensores del transeúnte, dejando de lado los motivos de la exigencia social. Su discurso entonces vulgariza, pues en lugar de investigar causas, analizar, convocar a los protagonistas, colocan mensajes peyorativos: “Otra marcha”, “No salga de su casa pues habrá marchas”, la “ciudad de las marchas”, etc. Al final únicamente logran restar importancia a la protesta, aislarla e impedir que el resto de la sociedad alcance alguna empatía. Sin embargo con el movimiento Yo Soy 132 les fue complicado pues éste se volcó contra sus medios, los orquestadores mismos de su propaganda, señalando y evidenciando su manipulación y política anti democrática, siendo esa la jugada que no esperaban por parte de la sociedad.

Un segundo significado fue el origen social de la protesta estudiantil: las universidades privadas. La oligarquía, a través del PRI y las televisoras, creyeron que la juventud habría olvidado el pasado autoritario de los años priistas, es más, que ni siquiera lo conocería, y que entonces sería presa fácil de un discurso en que el PRI se ha mostrado como el que sabe gobernar, como el cambio ante un panismo inoperante en varios rubros y sentidos, el hecho es que se equivocaron. Pero donde más se han equivocado es que sería al interior de la misma burguesía mexicana que la crítica a la manipulación y a la falta de espíritu democrático fuera más efusiva. Ciertamente estos jóvenes apenas si estaban naciendo cuando el PRI estaba en sus últimos años de hegemonía, pero han observado gobiernos estatales priistas, sus padres y profesores seguramente que los han ilustrado un tanto, y los mismos medios informativos tradicionales (libros, revistas, etc.) y virtuales (Internet), les han permitido documentarse, son al final del día jóvenes universitarios que tienen los medios para informarse. Pero al estar en medio de la vida orgánica de la burguesía, de las oligarquías mismas, es muy claro que están más enterados que muchos sobre lo que algunos desean decidir para este país, por encima de los ciudadanos. Además, estos hijos de la burguesía mexicana son testigos de un país que se deshace, que incluso los golpea, al reducirse las expectativas de negocios y crecimiento de sus familias ante la competencia desleal de los monopolios – nacionales o extranjeros - en todos los rubros, al sufrir los ataques de la violencia del crimen organizado y atestiguar e indignarse con un país y un régimen político que sigue siendo, a falta de transición democrática y reforma del Estado, corrupto, excluyente y totalmente injusto. No es la primera vez en la historia que esto pasa, en China fueron amplios grupos de jóvenes estudiantes de las clases altas los que forjaron el inicio de la Revolución de 1911, fueron jóvenes aristocráticos los que se volcaron a las clases populares, campesinas especialmente, a través de la corriente social revolucionaria en la Rusia zarista del siglo XIX y en México mucho del antirreeleccionismo y el maderismo de inicios del siglo XX se nutrió de jóvenes cuyas familias estaban de por sí beneficiadas por el Porfiriato. El común denominador de todos estos casos y aún del mexicano de hoy día es que no se trata necesariamente de una protesta por una situación social, sino de un clamor por las libertades democráticas, lo que implica una transformación rotunda de nuestro país. Tal vez estemos ante un rompimiento de los hijos de la burguesía ante el modelo y discurso del neoliberalismo - como me sugiere mi amigo y colega Jesús Illescas -, en dado caso eso está por verse, pero lo que sí es posible es que estos jóvenes ya no desean aproximarse a los asuntos de la vida pública con ánimo oligárquico sino con espíritu democrático.

Cabe esperar si algo resultará de la combinación de procesos, al encontrarse los estudiantes de universidades privadas con los de las públicas, estos provienen de una trayectoria totalmente distinta, pues desde las universidades y escuelas superiores a las que pertenecen, los jóvenes de los sectores medios han enfrentado al neoliberalismo y las permanencias del autoritarismo, al menos desde la huelga del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) en 1987, en la UNAM, integrando demandas lo mismo sociales –Educación pública y gratuita – que políticas – democracia al interior de las universidades y apoyo electoral a opciones de izquierda -. En dado caso, como hasta ahora ha sido, puede integrarse un clamor común por cambios democráticos, es decir, por una igualdad política, pero ello no necesariamente significa un acuerdo por la igualdad social. Es lamentable pero las clases sociales existen y no por una cuestión teórica, la oligarquía construyó en los últimos treinta años una amplia y profunda diferenciación social gracias a su modelo y la imposición de sus intereses.

Pero más allá de un posible encuentro más acentuado, Yo Soy 132 está ahora en un dilema: quedarse en el ámbito de las universidades en que nació o volcarse de modo organizado hacia el resto de la sociedad. Lo primero haría consolidar los ideales democráticos entre una generación de universitarios, pero tendría el riesgo de la atomización y el aislamiento. Lo segundo los llevaría a expandir el espíritu democrático naciente en una sociedad que necesita rumbo y refuerzo en sus acciones ciudadanas. Esto no tendría desperdicio alguno, los jóvenes se encontrarían con el país y una sociedad que necesita ver el horizonte de democratizarse de una vez por todas, haciendo saltar y transformando la vida rutinaria de los partidos y el Estado mismo. Este encuentro entre estudiantes y sociedad no sería sencillo, exigiría diálogo, organización, planeación y sobre todo visión de país, hacia dónde tendrían que caminar los ciudadanos, sean empresarios, obreros, profesionistas, pequeños o medianos comerciantes, campesinos, intelectuales, pueblos indios, jornaleros, artistas, etc., y no sólo el ciudadano común, sino aquellos que ya estamos organizados. Se trata de rehacer la sociedad y el Estado en un proceso que la oligarquía y el sistema de partidos nos ha negado: el de la construcción desde abajo, por los de abajo y para los de abajo. Sin embargo, de esta ruta hablaremos abundantemente más adelante, falta considerar otros elementos de análisis.

* Historiador por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y la UNAM. Ha desarrollado docencia y publicado sobre temas de régimen presidencialista autoritario, partidos políticos, historia económica y política de México en los siglos XIX y XX, historia de EEUU, industrialización europea, movimientos sociales contemporáneos en México, entre otros. Actualmente cuenta con estudios de doctorado en Historia por la UNAM, es profesor de asignatura en la ENAH y funge como Secretario de Educación y Formación de Cuadros del Comité Nacional de la Central Campesina Cardenista.

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