Estrictamente personal
viernes 11 marzo 2011
Felipe Calderón siempre ha jugado con las palabras. Pero cuando un Presidente juega con ellas en el contexto de una sucesión presidencial, parece más bien una perversidad. En cualquier caso, el presidente Calderón zangoloteó el avispero político y mediático al declarar de que quien gane la Presidencia en 2012 debe ser el mejor, aunque no sea militante panista. ¡Mentes a volar! ¿Acaso es tanto su odio al PRI como para promover a un enemigo ciudadano o a un adversario ideológico como candidato si es el único capaz de vencer al monstruo tricolor que tiene tan convencidos a todos de su fuerza? Quien sabe si Calderón realmente siente odio por el PRI.
Animadversión sí, lo que ha sido claro desde hace muchos años. Obsesión sobre Enrique Peña Nieto, el gobernador del estado de México y puntero en las preferencias electorales para 2012, también, de acuerdo con personas políticamente cercanas a él. Pero una vez más, ¿esta suma de factores es suficiente a unos 15 meses de la elección para que concluya que sólo hay futuro en una opción fuera del PAN? Aunque un manjar para la especulación, no tiene lógica en una mente como la de Calderón. Es el Presidente más ideológico que ha tenido México en medio siglo, quizás sólo comparable con Luis Echeverría, lo que explica su falta de pragmatismo en las negociaciones con el PRI que han impedido el buen destino de reformas en el Congreso, y permite entender el pragmatismo coyuntural de aceptar alianzas electorales con el PRD en plazas -es importante subrayar- donde el PAN no tenía posibilidad alguna de triunfo.
Un Presidente, sea ideológico o pragmático puro, piensa en su trascendencia, y que el camino que comenzó a construir en su mandato, se termine. Excepcionalmente busca en su sucesor al mejor capacitado para enfrentar el desafío creado por las condiciones de la nación. Echeverría pensó en su secretario de Hacienda para enfrentar el desastre económico de 1976, y Miguel de la Madrid pensó en su secretario de Programación para profundizar la reconstrucción del aparato industrial en el arranque de la generación del neoliberalismo. Carlos Salinas vio a su secretario de Desarrollo Social como una forma de perpetuarse en él, y sólo un asesinato cortó su gran proyecto transexenal. Ni Vicente Fox, políticamente el Presidente más inepto desde Pascual Ortiz Rubio, carente de ideología, y que veía a Calderón con recelo, trabajó en su contra.
Calderón, un político muy formado, con experiencia y que sabe para qué es el poder, ha dicho reiteradamente que su sucesor tendrá que continuar la guerra contra las drogas. Si se empata con su declaración sobre la posibilidad de un candidato que no sea un militante panista, ¿por qué pensar en que se dirigía al ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, o en el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, como se especuló en la República de las Opiniones? ¿Por qué De la Fuente, que se la jugó con Andrés Manuel López Obrador y formó parte del grupo que buscó que se anulara la elección para que él fuera Presidente de conciliación? ¿Por qué Ebrard, cuyo proyecto socialdemócrata y liberal se opone al suyo, conservador y socialcristiano? En todo caso, si se empalma el programa y la no militancia, el candidato debía ser el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que encarna el proyecto transexenal más preciado de Calderón. Pero no es García Luna el gran tapado.
Las señales de Calderón no apuntan a un técnico de la investigación sino hacia otros linderos. Sus juegos retóricos tendieron cortinas de humo, acicatearon el interior de su partido, animaron a quienes no habían levantado la mano, distrajeron a sus adversarios y les provocaron cismas en sus propias trincheras. Levanto la tolvanera y encendió la especulación. Abrió sus espacios de maniobra para la conducción de la sucesión presidencial mientras el resto cayó en la trampa de la frase. Felipe Calderón, guste o no, está operando de acuerdo al manual de la política. Allá quien no lo quiera ver.
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