¿Narcoinsurgencia?

jueves, 25 de noviembre de 2010.

Gran Angular | Raúl Rodríguez Cortés

El Departamento de Estado norteamericano y poderosas agencias estadounidenses como la DEA y el FBI hablan cada vez con mayor frecuencia de que México recibe el implacable embate de lo que denominan narcoinsurgencia. El término sugiere una simbiosis entre cárteles del narcotráfico y grupos guerrilleros que se propone destruir al Estado que los enfrenta para tomar su control, como innumerables evidencias demuestran que ha ocurrido y ocurre en Colombia.

La pregunta es: ¿realmente hay en nuestro país una narcoinsurgencia o narcoguerrilla? Por supuesto que hay poderosos y bien armados cárteles del narcotráfico así como organizaciones guerrilleras o subversivas, si así prefiere llamarlas. Aquellos operan por motivaciones económicas y éstos por razones político-ideológicas. Sin embargo, no hay evidencias ni investigaciones confiables que siquiera permitan suponer una simbiosis, una alianza, una operación coordinada.

Lo que sí tenemos son organizaciones criminales que para enfrentar al Estado utilizan métodos de guerra irregular que son los mismos que desarrolla una guerrilla. Los grupos delincuenciales —que no tienen tras de sí una motivación ideológica o política como los grupos insurgentes, que se plantean la toma del poder— controlan territorios de algunos puntos de la geografía nacional donde el Estado mexicano ha perdido el monopolio de la violencia legítima, es decir, la que aplica para mantener el orden y evitar su destrucción.

La comprensión de esta diferencia sustancial es muy importante para nosotros, no así para EU. Ellos presionan, si no es que ordenan, para que se acabe con aquello que desestabiliza su frontera sur y pone en riesgo su seguridad. De manera que si está ante grupos que usan tácticas de guerra irregular los confrontan con medidas contra la guerra irregular, con acciones de contrainsurgencia.

Pero no sólo eso explica la insistencia con que la jefa del Departamento de Estado norteamericano, Hillary Clinton, o del ex zar antidrogas Barry McCaffrey advierten que en México hay narcoinsurgencia. Su aserto, a no dudarlo, obedece también a la intención de generar la percepción de que México, al igual que Colombia en su momento, necesita una mayor intervención estadounidense en esta guerra contra el narcotráfico. Eso profundizaría la ya de por sí intervencionista Iniciativa Mérida y abriría la presencia de agentes y soldados estadounidenses armados en nuestro territorio, ante la imposibilidad —se diría— de contener con nuestros propios medios la amenaza del narcotráfico. Eso ocurrió en Colombia, país donde la creciente presencia armada estadounidense ha desembocado ya en la autorización para instalar en su territorio bases militares geopolíticamente estratégicas de los EU.

Un gobierno deslegitimado desde su origen y debilitado al extremo por un modelo que tiene el objetivo de achicar, de reducir al Estado a su mínima expresión, es incapaz de detener semejante escalada. Es más, el de Felipe Calderón se ha montado a esa estrategia estadounidense, precisamente para legitimarse. Por eso lanzó en los términos en que lo hizo la guerra contra el narcotráfico, que es la que nos ha llevado al actual estado de violencia y provocado un caos similar al que podría provocar la narcoinsurgencia.

Pero el hecho es que el gobierno mexicano, siguiendo las “recomendaciones” del estadounidense, confronta el problema con tácticas de contrainsurgencia frente a un enemigo que le plantea una guerra irregular. Así las cosas, uno se preguntaría ¿cuánto va a durar la pesadilla?

El libro Contrainsurgencia en Afganistán, de Seth G. Jones (editado a propósito de la guerra que EU libra en ese país asiático desde 2001) —al analizar 90 insurgencias ocurridas en el mundo, de las que 25% fueron campañas ganadas por los gobiernos, 11% por los rebeldes y el resto sigue vigente— asegura que derrotar movimientos de esa naturaleza (de guerra irregular, de táctica de guerrillas) toma un promedio de 14 años. Hay casos extremos como el de Laos, con 30 años de duración o emblemáticos como el de Vietnam con 15.

Así que imagínese, 14 años de violencia criminal y fraticida. Esto quiere decir que si Calderón insiste en su guerra legitimadora contra el narcotráfico, padeceremos esta pesadilla lo que resta de su sexenio, el siguiente y dos años más. Quizás de ese referente McCaffrey abrevó para asegurar que a Estados Unidos y México les tomará al menos 20 años derrotar a los cárteles de la droga.

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