Florence Cassez y las víctimas

lunes, 12 de marzo de 2012.

Sanjuana Martínez |Sinembargo.mx

¿Inocente o culpable? La certidumbre sobre esta pregunta ciertamente se perdió con un montaje televisivo, pero la existencia de víctimas de secuestro de la banda de Los Zodiaco, no; por más contradicciones o inconsistencias que cubran este caso.

Varias cosas me sorprenden del “Cassezgate”: la vehemencia de los franceses en la defensa de su compatriota, sin importar nada más allá que la pertenencia (ahora comprendo mejor el origen de la palabra chauvinismo); y el análisis hipergarantista procesal, por encima de las víctimas que hacen algunos improvisados y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) alentado por los defensores acérrimos de la señora Cassez.

No es la primera vez que las víctimas se quedan en la indefensión con las decisiones de sus señorías magistrados. Allí están los casos de Lydia Cacho cuando dictaminó que no se violaron sus derechos; los de Leticia Valdez la madre de un niño de cuatro años violado por su maestro y la liberación ordenada por la SCJN de la cómplice directora del colegio de Oaxaca donde estudiaba; o las víctimas de la masacre de Acteal, cuyos paramilitares fueron liberados por una decisión similar de los magistrados. ¿De qué sirve un sistema de justicia que no protege a las víctimas y que defiende a modo el “debido proceso”?

Los mexicanos no tenemos igualdad ante la SCJN. Si se libera a Cassez deberían de liberarse a miles de mexicanos que no han gozado del “debido proceso”. ¿Cuántos habrá? Seguramente miles y miles. La pregunta es obligada: ¿por qué a unos si y a otros no? Pienso en los presos de Atenco a quienes se les violó flagrantemente no solo el “debido proceso”, sino todos sus derechos a un juicio justo y nadie, ni el CIDE encabezado por Ricardo Raphael, ni Héctor Aguilar Camín o la revista Nexos, analizó su expediente, ni publicó un análisis profundo al respecto para defender sus garantías individuales, así como lo han hecho en el caso de Acteal o de la señora Cassez. Pienso en los miles de condenados sin “debido proceso”, la mayoría en condición de pobreza que pueblan las cárceles mexicanas y que resultan “invisibles” para la SCJN y los hipergarantistas que defienden a unos y a otros no.

En el caso de Florence Cassez se repite la historia. Lo prioritario es liberarla porque se violaron sus derechos a un “debido proceso” sin importar el componente ético sobre su presunta culpabilidad en los hechos. Si no tuvo “debido proceso” debería eliminarse las pruebas obtenidas, pero no anularse la sentencia. Si no tuvo su derecho a la llamada consular a tiempo como es el caso, aunque se le permitió hacerlo un día y medio después, pues debería anularse las pruebas que se obtuvieron ilícitamente, pero no la condena.

A la Suprema Corte de Justicia de la Nación no le importa si la señora Cassez es inocente o culpable; peor aún, algunos ministros admiten que es culpable. El mensaje enviado por el ministro Arturo Zaldívar, es que la SCJN debe aprovechar las deficiencias del sistema de justicia que todos padecemos, para liberar a criminales elegidos a modo. El honorable magistrado no se ha tomado la molestia ni siquiera de analizar o escuchar el testimonio de las víctimas de la banda de Los Zodiaco dirigida por el novio de Florence Cassez.

Hay que decirlo: la falta de debido proceso no convierte a Cassez en inocente. Tampoco en culpable, pero si en actora de unos hechos delictivos. Sus víctimas la reconocieron plenamente. Víctimas que los defensores de Cassez desacreditan con absoluto desprecio y las incluyen en el montaje televisivo. Ahora resulta que todo el caso es un montaje. ¿Y las víctimas? Cassez dice que esas víctimas han entrado en una serie de contradicciones e inconsistencias.

No conozco ninguna víctima que no entre en contradicciones o inconsistencias a la hora de declarar ante un tribunal. Sus traumas, heridas piscológicas y físicas, no les permiten actuar tan coherentemente como les gustaría a los hipergarantistas que defienden a sus verdugos.

Cualquiera que haya sido sometido a juicio sabe que los abogados de la parte defensora harán 500 o más preguntas, muchas de ellas repetidas y capciosas para desacreditar sus dichos. Es imposible no caer en inconsistencias o contradicciones. La mayoría de los procesos en México están fincados en mentiras y medias verdades. Así funciona todo el aparato de justicia. Y ministerios, abogados, magistrados, policías o periodistas lo sabemos. Por eso urge una reforma integral de la procuración de justicia en nuestro país. Bajo la premisa del “debido proceso” deberían de ser liberados cientos de asesinos, secuestradores, narcos, violadores… De acuerdo, que lo hagan, pero todos parejos o todos rabones.

Los defensores de Cassez aseguran que las víctimas fueron “fabricadas” porque primero no reconocieron a su verduga y luego si; porque primero dijeron algunas cosas y luego otras. Efectivamente. Son personas dañadas que sufrieron el calvario del secuestro, son personas que bajo el aturdimiento del rescate apenas pudieron hilvanar algunas frases. ¿Qué esperaban? Hay miles de hojas con sus testimonios que analizados “a modo” con entrevistas a la señora Cassez y a su abogado, efectivamente resultan contradictorias; pero que vistas desde el esqueleto de los hechos ofrecen claves de este caso que ha logrado polarizar a la sociedad mexicana y unir a la sociedad francesa.

Los hechos, sin embargo, son los hechos. Hay unas víctimas que reconocen a la señora Cassez como su verduga junto a su novio Israel Vallarta líder de la banda Los Zodiaco. A las víctimas no se les puede meter debajo de la alfombra porque no hubo debido proceso. ¿Qué interés perseguiría la señora Cristina Ríos Valladares de encarcelar a una inocente? En todo caso, su interés como el de cualquier otra víctima de secuestro es que los responsables de tan deleznable delito estén presos y no sigan haciendo daño.

Recordemos el testimonio de Cristina Ríos Valladares: “Acusados de nuestro secuestro fueron detenidos Israel Vallarta y Florence Cassez, esta última de origen francés, quien ahora se presenta como víctima de mi caso y no como cómplice del mismo. Desde nuestra liberación, mi familia y yo vivimos en el extranjero. No podemos regresar, por miedo, pues el resto de la banda de secuestradores no ha sido detenida. Hasta nuestro refugio, pues no se puede llamar hogar a un sitio en el que hemos sido forzados (por la inseguridad) a vivir, nos llega la noticia de la sentencia de 60 años a la que ha sido merecedora Florence Cassez, la misma mujer cuya voz escuché innumerables ocasiones durante mi cautiverio, la misma voz de origen francés que me taladra hasta hoy los oídos, la misma voz que mi hijo reconoce como la de la mujer que le sacó sangre para enviarla a mi esposo, junto a una oreja que le harían creer que pertenecía al niño. Ahora escucho que Florence clama justicia y grita su inocencia. Y yo en sus gritos escucho la voz de la mujer que, celosa e iracunda, gritó a Israel Vallarta, su novio y líder de la banda, que si volvía a meterse conmigo (entró sorpresivamente al cuarto y vio cuando me vejaba) se desquitaría en mi persona)… Florence narra el ‘calvario’ de la cárcel, pero desde el penal ve a su familia, hace llamadas telefónicas, concede entrevistas de prensa y no teme cada segundo por su vida. No detallaré lo que es el verdadero infierno, es decir, el secuestro. Ni mi familia ni yo tenemos ánimo ni fuerzas para hacer una campaña mediática, diplomática y política (como la que ella y su familia están realizando) para lograr que el gobierno francés y la prensa nacional e internacional escuchen la otra versión, es decir, la palabra de las víctimas de la banda a la que pertenece la señora Cassez. Pero no deja de estremecernos la idea de que Florence, una secuestradora y no sólo novia de un secuestrador (con el que vivía en el mismo rancho y durante el mismo tiempo en el que permanecimos mi hijo y yo en cautiverio) ahora aparezca como víctima y luche para que se modifique su sentencia. Si lo logra o no, ya no nos corresponde a nosotros, aunque no deja de lastimarnos”.

Y también el de Ezequiel Yahir Elizalde Flores quién identificó a su verduga por la voz y las manos: “Es el infierno más horrible que me tocó vivir, estar entre cuatro paredes pero a la vez escuchando música clásica, y luego el sonido de la televisión a todo volumen, así vas perdiendo la noción del tiempo, así perdí la noción de las mil 560 horas que estuve secuestrado. Luego me metieron a una camioneta, donde me amenazaron todo el tiempo, me dijeron que me iban a matar, y así me llevaron a la casa de seguridad, donde me quitaron el cinturón, los zapatos, las agujetas, y me dieron un limón que según era para el susto. Después me subieron por una escaleras, abren un cerrojo y me meten al cuarto de seguridad, donde no había más que un escusado, un colchón y una televisión, y ahí veo por primera vez a Florence Cassez, quien me acerca un plato y me dijo que no intentara hacerme el héroe, o ella misma me iba a matar. Cassez ella me anestesió un dedo y me dijo qué parte de mi cuerpo quería que le enviaran a mi familia, y yo le supliqué que no hiciera nada, pero jamás tuvo corazón para darme ánimos ni se inmutó”.

Seguramente la señora Cassez será muy pronto liberada o quizá la perniciosa maquinaria judicial espere a que se termine el sexenio de Felipe Calderón. Seguramente volverá a Francia para darle puntos electorales a su principal defensor, el presidente Nicolás Sarkozy y con toda probabilidad escribirá un libro autobiográfico contando su calvario y su infierno en una prisión mexicana.

¿Por qué la SCJN no encarcela a los que realizaron el montaje encabezados por Genaro García Luna? ¿Por qué no cuestiona el aparato de seguridad de Felipe Calderón? ¿Por qué no analiza el expediente de Israel Vallarta, líder de Los Zodiaco, víctima también del montaje? ¿Por qué no incluye en la posible liberación a todos los integrantes de Los Zodiaco? ¿Por qué sólo se centra en Florance Cassez?

Aquí hay un elemento de discriminación racial que pocos han analizado. Pienso en una delincuente condenada de piel morena e indígena que resultó invisible durante tres años como Jacinta Francisco Marcial acusada injustamente de secuestrar a seis policías, o pienso en todos aquellos mexicanos de piel morena como el protagonista de “Presunto Culpable” presos por montajes y por falta del “debido proceso” que resultan igualmente invisibles.

En el caso de Florence Cassez se trata una mujer bella y extranjera. Una mujer cuya piel blanca, ojos de color y sonrisa angelical han incidido defintivamente a su favor en un país racista como México donde abunda la discriminación y el malinchismo. Florence no tiene la cara de una monstruosa secuestradora. Al contrario, algunos nos la presentan como la viva imagen de una virgen inmaculada de otro país sufriendo el vía crucis de la justicia mexicana y el flagelo de una prisión tercermundista.

Seguramente Cassez será liberada de mala manera porque su libertad no incluirá el encarcelamiento de los que hicieron el montaje televisivo encabezados por Genaro García Luna, los periodistas del duopolio televisivo y los policías del complot que no permitieron el “debido proceso”. Seguramente la sentencia que la liberará tampoco ofrecerá justicia ni reparación del daño a las decenas de víctimas de secuestro de la banda de Los Zodiaco.

Seguramente su novio Israel Vallarta, ni sus cómplices, serán liberados a pesar de haber sufrido la misma falta del “debido proceso”. Aquí lo que importa es liberar a una mujer de rostro dulce, cuyo único pecado fue sostener una relación durante años con un hombre encantador que nunca supo a qué se dedicaba; cuyo único error fue compartir la vivienda de ese caballero mexicano, que servía de guarida de criminales y que albergaba a los secuestrados; cuya única equivocación fue aceptar un buen nivel de vida y costosos regalos sin preguntar de dónde provenía el dinero; y cuyo único descuido fue estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Una inocente, pues.

Seguramente su liberación, dirán los hipergarantistas, sentará un precedente  positivo para todos los mexicanos. Lo dudo. Ojalá todos fuéramos iguales ante la ley. Está demostrado que en México no es así. Pero seguramente su salida de la cárcel será festejada con champán francés por sus defensores, por el ministro Záldivar y todos aquellos que le apoyen el próximo 21 de marzo.

En el previsible escenario de la justicia politizada de México seguramente sucederá mucho más. Los que están en contra de Felipe Calderón y García Luna se mostrarán felices. Los militantes de los partidos de oposición sentirán  alegría por exhibir la podredumbre del sistema. Habrá muchos que aplaudirán su liberación porque simple y sencillamente es lo que hace la mayoría en rebaño y pensar lo contrario es políticamente incorrecto.

Pensemos por un minuto en las víctimas y en las próximas víctimas que podemos ser usted o yo. ¿Cuál es el mensaje para las víctimas de ayer, de hoy y del futuro? Anular sentencias por errores de origen para liberar criminales es correcto porque es la ley, porque así lo marcan las normas del derecho y lo establece la Constitución mexicana. No importa si son inocentes o culpables, hay que liberarlos porque nuestro sistema de justicia esta podrido.

Pero insisto. Pensemos por un minuto en las víctimas que seguirán padeciendo la endémica impunidad y esperando en vano la tutela del Estado.

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