Pemex contra REPSOL el raro juego de Juan José Suarez Coopel

sábado, 1 de octubre de 2011.

Paulino Cardenas

Rara, por decir lo menos, esa jugada del director general de Pemex, Juan José Suárez Coppel, que fue a España a realizar un pacto ‘parasocial’ aliando a la paraestatal mexicana con una firma cuasifantasma llamada Sacyr Vallehermoso –una empresa constructora sin empleados establecida en Amsterdam, Holanda que no puede ser auditada en México–, con la finalidad de fraguar un ‘asalto al poder’ contra la empresa Repsol YPF con la que Petróleos Mexicanos ha tenido una vieja relación comercial.

Esto sucede en las postrimerías del sexenio y el viaje habría sido por instrucciones precisas y con la anuencia del más alto mando del país –¿o de quién más?–,  ya que el funcionario no podría estar actuando en tales términos por sus pistolas. Según ha trascendido en los medios de aquella nación, entre ellos El País, y en el diario mexicano La Jornada, el objetivo es tomar el control de Repsol evitando expresamente lanzar una oferta pública de adquisición, lo que equivaldría a un fraude de ley respecto a la legislación en esta materia en España.

La operación implica que Pemex obtenga en el mercado accionario 5 por ciento de los títulos de la empresa española. El costo de la transacción roza los 21 mil 800 millones de pesos, dado que Pemex adquiriría 61.1 millones de títulos de Repsol, representativos de 5 por ciento del capital de la firma, que en la bolsa de Madrid se cotiza en alrededor de 19 euros (unos 350 pesos) por acción, señala el diario mexicano. ¿De dónde sale esa inyección de dinero?, se preguntan los mexicanos. Se supone que de la propia ‘renta petrolera’, del erario y de los dividendos de quienes le han apostado a los ‘bonos ciudadanos’ aprobados en el 2008 por el Congreso.

Pudiera haber ganancias en torno a esa transacción, no se sabe ni cuándo ni cuánto, pero la pregunta de los suspicaces es: ¿A qué cuentas particulares irán a parar esas ganancias? Señalan los expertos que es cierto que Pemex requiere ser fuertemente capitalizada para enfrentar no sólo los desafíos que impone la feroz competencia global, sino los de su propia situación financiera y planes de inversión inmediatos.

Apuntan que la paraestatal requiere capital para enfrentar sus enormes pasivos laborales, para desarrollar un ambicioso plan de inversiones que modernicen su infraestructura, para revertir el deterioro estructural de su producción y para aprovechar el potencial —desperdiciado— en la petroquímica secundaria y refinación. De ahí que a contrapelo, hace apena unos días Pemex le otorgó sendos contratos a una empresa inglesa y a otra regiomontana para explotar tres pozos maduros en la zona de Tabasco bajo la figura de ‘contratos integrales’.

Y cuando se creía que esos contratos iban a levantar ámpula en la gente de izquierda o entre quienes profesan el nacionalismo revolucionario para muchos ya obsoleto, muy poco o nada ha sucedido. Una que otra voz se ha alzado para cuestionar el nuevo sendero que está tomando Pemex, primero con el otorgamiento de contratos integrales a empresas privadas para explotar crudo mexicano que no tenía precedente desde 1938, antes de la expropiación petrolera decretada el 18 de marzo de aquel año por el presidente Lázaro Cárdenas, y ahora con esa extraña forma de querer deblitar a su propio socio de años, Repsol YPF, al juntar las acciones de Pemex y Sacyr para alcanzar casiel 30 por ciento del total de aquella compañía con lo que juntas tendrían un peso decisivo en las determinaciones que tome la empresa española.

En el plano político, el Partido Popular español ha cuestionado que una operación de estas dimensiones se plantee en pleno proceso preelectoral en México y prácticamente al término de la administración de Felipe Calderón. Por otro lado, parece haber abierta complacencia por parte de la Comisión Nacional de la Energía (CNE) de aquel país, al anunciar que no estudiará la operación ya que “no requiere su autorización” porque no persigue la toma de control sino solo un pacto de sindicación entre accionistas.

Parece que a contrapelo, el presidente Felipe Calderón no se quiere ir sin avanzar en la insulsa reforma energética de Pemex aprobada en 2008 e incluso habrá de quererle dar otro empujoncito en el Legislativo para que se apruebe lo que unos llaman la modernización de Pemex, y otros la desnacionalización de esa empresa que supuestamente era de los mexicanos, pero que por lo que se ve su director la está manejando como si fuera ‘su’ propia empresa privada.

Esa extraña negociación le fue encomendada al funcionario de Pemex, un ‘Chicago-boy’ protegido del ex secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, que entre 2005 y 2006, siendo director de Finanzas de esa importante empresa, fue señalado en una investigación sobre una red de corrupción de empresas y funcionarios públicos por presunto tráfico de influencias en la que también se involucró a los hijos de Martha Sahagún, y nada pasó. Como sea, Pemex está yendo por todas las canicas para capitalizarse.

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