Deja Refinería Bicentenario incertidumbre y frustración

lunes, 10 de enero de 2011.

En 2009 todos querían formar parte del polígono donde estaría la obra. Reuniones y promesas marcaron la negociación de los terrenos. “Nosotros fuimos importantes por cinco minutos, pero ahora ya no somos nada”, lamentan pobladores

Dinorath Mota | El Universal.-

ATITALAQUIA.-Ha pasado un año desde que Loreto vendió su tierra, la herencia de sus ancestros; de ella vivieron sus abuelos y también sus padres. Ahora su terreno de tres hectáreas pertenece al gobierno federal. Lo vendieron con la promesa de que la instalación de una nueva refinería les cambiaría la vida. Y sí, a los Meza Facio les cambió la vida: de su patrimonio no queda nada. No hay dinero y tampoco tierras, en el lugar sólo hay incertidumbre y una espera que parece infinita.

La refinería Bicentenario, considerada por el gobierno federal como el proyecto del sexenio, nació viciada. Desde su origen fue considerada “la manzana de la discordia”. El 14 de abril de 2009, Hidalgo y Guanajuato arrancaron una inusual carrera, la meta era adquirir 700 hectáreas de terreno en un plazo de 100 días para la construcción de una refinería. Al final, Hidalgo resultó ganador, pero el premio aún no llega.

La zona de Tula se convulsionó. Todos querían formar parte del polígono donde estaría la obra. Reuniones y promesas marcaron la negociación de los terrenos; ejidatarios de Atitalaquia, Tlaxcoapan y Tula fueron los elegidos. “Nosotros fuimos importantes por cinco minutos, pero ahora ya no somos nada”, lamenta Loreto.

La espera ha sido larga porque para los pobladores, la obra que arrancaría en 2010 no comienza. Aunque la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) insiste en que el proyecto va en tiempo y forma, pues avanza en aspectos “conceptuales y técnicos”.

“Nosotros tenemos en el sindicato 60 camiones parados, la mayoría son de los campesinos que les dijeron que invirtieran en camiones para trabajar en la refinería, y es una lástima porque los carros están parados”, señala José Reyes Orozco, secretario del Sindicato Nacional de Trabajadores y Empleados Felipe Carrillo Puerto.

De eso, Loreto sabe bien: “Yo, como la mayoría, compré un (camión de) volteo y ahí está parado, no nos deja nada, al contrario hay que meterle para las refacciones. Pero ya vendimos, ya qué nos queda le digo a mi mujer, cómo me arrepiento”. El campesino tiene cuatro hijos y la tierra le pertenecía desde hace más de 100 años. “Esto era por generaciones y lo dejé perder, ahora qué les dejo a mis hijos”.

Los ejidatarios de Atitalaquia vendieron alrededor de 470 hectáreas de terreno, anteriormente dedicadas al cultivo de alfalfa, maíz, frijol y chile. La mayoría de sus 25 mil habitantes se dedica al campo, aunque en sus tierras ya existe una refinería, la Miguel Hidalgo. “Aquí la gente espera trabajo, en Atitalaquia tenemos cinco sindicatos y en espera hay un censo de entre 15 y 20 mil personas”. Paileros, soldadores, peones, electricistas, así como ingenieros y administradores, todos buscan una oportunidad.

“Antes era los lunes, aquí en la oficina llegan de todos lados, de Tlaxcoapan, Tula, Tepeji, Tezontepec, y también de otros lugares como el estado de México y de Querétaro. Ahora es de todos los días, la gente viene hasta dos veces por semana, y gasta el dinero que no tiene. Para comer, los pasajes o la gasolina, pierden hasta 300 pesos”, dice Reyes Orozco

“No podemos reclamar, el gobierno nos pagó y entendemos que tampoco pueden hacer nada porque la obra no empieza”, señala Loreto. En julio de 2009, Hidalgo contrató una deuda por mil 500 millones de pesos a través de dos contratos bancarios con Banorte y Banamex. Durante 12 años, los hidalguenses deberán pagar el adeudo y una tasa de interés interbancaria (TIE+2).

“Nosotros estamos listos en cuanto el señor gobernador lo indique. Podemos hacer manifestaciones o paros, detrás de nosotros están nuestras familias y la gente de todos los pueblos. Si tenemos que luchar porque la refinería comience, lo vamos a hacer”, sentencia el líder sindical.

La incertidumbre se encuentra en todos los rincones de la zona. En Tula, Tlaxcoapan y Atitalaquia, la gente comenta la posibilidad de que la obra no se realice. En el gobierno también existe la misma duda. Legisladores, empresarios y el mandatario Miguel Ángel Osorio Chong han externado su molestia por el retraso en la obra.

“Nosotros no sabemos de esas cosas, sólo de las promesas que no se cumplieron: concesiones de transporte público, permisos para restaurantes o bares, y fuentes de empleo, de eso nada hemos visto”, dicen los ejidatarios.

Impera el miedo

Los campesinos señalan que posterior al pago de sus tierras comenzó la inseguridad. “Hay gente a la que han matado. A nuestros compañeros les quieren quitar su dinero los delincuentes y ni saben que ya no tenemos nada. Somos campesinos, no sabemos nada de invertirlo, la mayoría sólo arregló sus casas y compraron un camión”.

El arrepentimiento se encuentra acompañado de la frustración, tal vez lo que más pesa es la falta de empleo. Los campesinos, dicen, hicieron un canje, sus tierras por empleo. “Todos pidieron una plaza para sus hijos, ya no hay tierra y de herencia les pensaban dejar un empleo, pero tampoco hay fuentes de trabajo”, dice José Reyes.

El ejido del Llano fue considerado en su momento el más importante para conformar el polígono. Por sus tierras, los campesinos llegaron a pedir hasta mil pesos el metro, sin embargo la falta de documentos impidió su validación ante la Secretaría de la Reforma Agraria. La decepción fue inmediata. Al paso del tiempo, Ángel Moctezuma Cruz, considera que fue una bendición.

“Nosotros pensábamos que era el fin. Ahora ya nos reunimos como 80 campesinos e hicimos un pacto, nadie va a vender sus tierras”. Tras el fracaso en la venta de los terrenos para la refinería pronto surgió una alternativa: desarrolladores buscaban construir en la zona casas de interés social. Ya hemos visto lo que pasó en Atitalaquia y pensamos de la que nos salvamos, aquí las tierras dan para mantenernos”.

Ángel asegura que con el trabajo de sus tierras puede atender económicamente a sus padres y su hermana. “De la tierra se puede vivir, sólo hay que saberla trabajar y aquí todos dicen que ya no se vende, sobre todo los más grandes; los ancianos que quieren a su tierra, porque la tierra cuando se trabaja forma parte de uno”.

Loreto tiene un deseo secreto. “Francamente nosotros esperamos que si no se hace la refinería nos puedan regresar nuestra tierra, no sé si se pueda, pero sería nuestro sueño”.

Encarecimiento de la vida

El atraso de la obra ha ocasionado un encarecimiento de la vida en la región, sobre todo en Tula, pero también la pérdida de inversiones coinciden los alcaldes de la zona.

Tras el anuncio de que la obra quedaría en Hidalgo se registró un incremento en el precio de los servicios y las tierras. “Un terreno por el cual se pedían 50 pesos el metro, ahora se vende en 250 y 300 pesos, las casas de interés social que son arrendadas cobran hasta 3 mil pesos y por casas grandes hay rentas de hasta 10 mil pesos”, destaca el presidente municipal de Tula, Rodolfo Paredes.

Inversionistas de fábricas, complejos hoteleros y desarrolladores de vivienda, tras la noticia de la refinería Bicentenario se acercaron a la alcaldía para tramitar los permisos correspondientes, sin embargo el atraso de un año ha provocado que todo se quede paralizado, señala el edil.

“Nosotros estamos perdiendo inversiones y también fuentes de empleo. Los empresarios dicen que hasta no tener algo seguro de que la refinería sí se construye, no invertirán su dinero”. El ayuntamiento debe seguir trabajando, el problema es la gente que vendió su tierra, precisa el alcalde.

El ejido de Tula sólo contribuyó con 18 hectáreas de terreno para la refinería Bicentenario, pero es ahí, en la tierra de los toltecas, donde el precio se ha pagado más caro. En general, el incremento por los productos básicos y de vestir ha tenido un aumento de hasta 30%. No se pueden cuantificar pérdidas, pero sí se tenían estimaciones de miles de pesos, destaca el edil.

Para el presidente de Atitalaquia, Leonardo Olguín, la tardanza de la obra obedece a una mala planeación y a trámites burocráticos.

“Claro que nos afecta, el año pasado había una inversión para la refinería de más de 5 mil millones de pesos que no se ejercieron. Dinero hay, lo que falta es voluntad”, sostiene.

“Algo está fallando, era la gran obra del presidente (Felipe Calderón) y en su lugar sólo tenemos muertos por la inseguridad, desempleo y aumento de la pobreza. La sociedad está esperando por una obra que puede cambiar el rumbo”, lamenta el alcalde.

En Hidalgo, 2010 fue un año de espera: esperaron los campesinos, los empresarios y el gobierno, pero sobre todo los desempleados. También Loreto, quien confía encontrar en la paciencia una recompensa.

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