Ladrones y vende patrias

jueves, 25 de noviembre de 2010.

Alejandro Gertz Manero

La tradición mexicana del saqueo por parte de políticos y de sus cómplices y encubridores empresariales, siempre se había concentrado en el apoderamiento de reservas territoriales para hacer fraccionamientos, o en los tradicionales embutes, las invasiones de tierras de cultivo, así como concesiones de gasolineras, gaseras, transportes, hasta llegar a los modestos expendios de la Lotería Nacional, pasando por toda la gama de posibles atracos que se hicieron famosos durante la Revolución con las “carranceadas”, donde líderes, caudillos y caciques entraban a saco en patrimonios públicos y privados, para irse quedando con las riquezas nacionales, que después disfrutaban cínicamente en el propio territorio nacional, sin la sofisticación de las transferencias de recursos al extranjero que sólo se daban en presidentes y altos jerarcas de la vida pública.

A partir de la “globalización, modernización y apertura” de los años 80, la cleptomanía política inició un cambio estructural en su mecánica de saqueo, para también “trasnacionalizar” sus despojos al país, “internacionalizándolos” en sociedad, con toda clase de tiburones y chacales del empresariado mundial, que les fueron enseñando el nuevo camino del atraco, que no deja huellas y que desaparece en el extranjero a través de la magia de estas nuevas modalidades del latrocinio.

A ellos los enseñaron a entregar más del 80% de la banca mexicana, que había sido orgullo nacional, y que ahora le pertenece casi íntegramente a instituciones extranjeras que cobran en nuestro país por servicios e intereses lo que jamás se atreverían a hacer en sus propios territorios de origen, porque sus gobiernos no se los permiten.

También ahora vemos a los puertos mexicanos manejados por cesionarias de los bienes del dominio público de la nación, que se han ido apoderando del control, la operación y el manejo de esos puertos, por los que pasa todo el contrabando que podemos imaginar y que inunda los mercados del país, despedazando cualquier cadena productiva formal que se les quiera enfrentar.

En el comercio, las grandes trasnacionales son dueñas de una buena parte de los mercados, manejando los precios a través de importaciones masivas de productos que no pudieron colocarse en sus mercados de origen y que aquí se reciclan con facilidad y pingües ganancias.

La operación de carreteras, de aeropuertos, de seguros y de fianzas también se han ido entregando a consorcios internacionales que imponen sus ganancias, logrando que nuestras autopistas sean de las más caras en el mundo, mientras los servicios de internet cuestan mucho más y son los más lentos, victimizando sin piedad ni consideración al usuario mexicano, que ya es un rehén de estos monstruos internacionales que dictan y mandan en nuestro país a su pleno antojo.

Lo mismo ocurre con los fundos mineros que son concesionados a empresas extranjeras que se llevan casi gratuitamente tesoros irrecuperables. Los ferrocarriles que fueron el signo de una revolución triunfante, ahora son la muestra de una “desnacionalización” casi absoluta. En los destinos de playa de Cancún, Vallarta y Los Cabos, los “paquetes vacacionales” de millones de extranjeros se pagan fuera, tienen ganancias fuera, y aquí sólo dejan los míseros salarios y el mantenimiento de los inmuebles, y ahora hasta el transporte de valores con su fuerza armada hasta los dientes ya le pertenece a una institución extranjera que se da el lujo de tener aquí su propio ejército particular.

Este saqueo sin límites cuenta como socios preferenciales y beneficiarios de las coimas, embutes, comisiones, y todo tipo de participaciones económicas a los burócratas de todos los niveles que protegen y encubren el despojo, controlando desde sus áreas de gobierno los ámbitos de explotación de sus cómplices extranjeros, y a cambio ya no tienen que preocuparse por el fruto de sus peculados, ya que las ganancias ilícitas y las coberturas por protección se depositan en el extranjero, se encubren en el extranjero, y ya nada tienen que ver con las leyes, controles y el territorio mexicanos, donde no se obliga a la rendición de cuentas y a la transparencia competitiva a nivel internacional.

El resultado de esta inmensa traición a la patria es muy claro. México ha logrado ser socio importantísimo en la economía globalizada, mientras los mexicanos nos empobrecemos en forma galopante y nuestro producto interno bruto no ha podido crecer, en promedio de los años 80 a la fecha, en más del 2%, en comparación con el 6 y 7% anual que el país creció entre los años 40 y 80, donde todavía el desmantelamiento y la venta de nuestras riquezas no se había exacerbado como hoy.

Los burócratas que nos están vendiendo, ya sofisticaron sus formas de corrupción y ya no necesitan robar aquí, sino vendernos, para así recibir fuera el producto de esta traición a la patria, y eso no debemos permitirlo.

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